diciembre 30, 2010

Controlando mi estupidez



Dejarse llevar por la ira, es perder la libertad…




Con todos los sentimientos encontrados; incertidumbre, nostalgia, angustia, pesadumbre, tristeza y en especial hartazgo de tanta campana sobre campana decidí estirar las piernas un rato, para lo cual escogí uno de los tantos amables barrios que aun ofrece esta mi caótica ciudad chilanga.

Así que entre vendedores, policías, ancianos, chamacos, indigentes, transeúntes despreocupados unos y presurosos  otros, dirigí mis pasos al parque recién remodelado y el fortuito andar me llevo al atrio de la iglesia. Mi ateísmo nunca ha estado peleado con la visita a estos seductores lugares, le apostaba a que mis agobiados pensamientos tuvieran un poco de tregua, al recorrer esos pasillos prácticamente desiertos.




Logré conciliar un poco la furia, tomé algunas fotos, llegué hasta la fachada del templo y curiosamente encontré un letrero que me hizo sonreír, mi cólera inicial obtuvo una pequeña pausa. 





Sin duda ¡no solo de pan vive el hombre! Pensé.


Independientemente, que me queda claro que esto de contar el tiempo es absolutamente circunstancial. Es mi sentir desearles un feliz año nuevo. Esperando que este móndrigo 2010 se acabe de una buena vez, y mi estupidez me permita aprovechar de mejor manera el que viene.


Cambio y fuera.


diciembre 22, 2010

Gracias Carl



"El mundo es tan exquisito, con tanto amor, que no hay razón para engañarnos con bonitas historias para las cuales hay bien pocas evidencias. Es mucho mejor, me parece a mí, que en nuestra vulnerabilidad, miremos a la Muerte a la cara y seamos agradecidos cada día por la breve pero magnífica oportunidad que la vida nos ofrece".
 
Carl Sagan






En este complejo proceso de forjarse, los factores que intervienen son diversísimos, nos vamos convirtiendo en los que somos en parte por nuestra herencia genética, pero muy especialmente por el ambiente que nos rodea, las experiencias personales, los éxitos, los fracasos, la gente con la que nos relacionamos, los lugares a donde vamos, los libros que leemos o dejamos de leer, lo mismo que las películas, la música que oímos y un dilatado sinfín de componentes más,  sin olvidar su buena aderezada dosis de azar.

Especial incidencia producen en nosotros las ideas de los otros, a veces solo requerimos de una frase, un libro, una canción, para que se produzca una significativa alteración en nuestra muy personal perspectiva del mundo. Desde luego hay personas nos transforman más que otras y de esas precisamente se trata el choro de hoy.

Es una pena hacer un recorrido tan a vuelo de pájaro por las personalidades más influyentes en mi vida, ya que inevitablemente dejare de nombrar de ingrata manera a muchas de ellas. -Deliberadamente no mencionaré a mis familiares a pesar que su influencia fue por demás decisiva, en especial mi abuela y mi hermano-. Así que como dice el refranero popular “a darle que es mole de olla”

El orden no necesariamente es cronológico, pero iniciaré con mi maestro de sexto año de primaria, ya que gracias a él me introduje en el maravilloso mundo de cuestionar lo aparentemente obvio.

Continuando con el prolífico Eduardo del Rio, “Rius” en sus libros me divertí y aprendí.

 José Saramago, del que me es más que difícil privilegiar alguna de sus obras aunque destacaré tres; La caverna, El Evangelio según Jesucristo, y El año de la muerte de Ricardo Reis, gracias a la cual me acerque a los seductores versos de Fernando Pessoa.

Joan Manuel Serrat, no se podría entender mi sentir actual sin la presencia del entrañable catalán.

Y por último a Carl Sagan; difícil encontrar en una sola persona tantas cualidades juntas. Desde la primera vez que lo oí en aquellos nostálgicos programas de Cosmos, pasando por sus apasionantes libros –me inicié con “Los dragones del edén”-  y desde luego el guion que dio vida a “Contacto” donde pudimos admirar el talento y belleza de la Foster.




Carl Sagan murió el 20 de diciembre de 1996. Aun hoy me conmuevo al recordar las palabras de Ann Druyan (su esposa) escritas en la obra póstuma “Miles de millones”:

 “Estoy rodeada de cajas llenas de cartas procedentes de todo el planeta. Son de personas que lloran la pérdida de Carl. Muchas le atribuyen su inspiración. Algunas afirman que el ejemplo de Carl las indujo a trabajar por la ciencia y la razón contra las fuerzas de la superstición y el integrismo. Esos pensamientos me consuelan y alivian mi angustia. Me permiten sentir, sin recurrir a lo sobrenatural, que Carl aun vive.”

Sirva esta entrada como un recordatorio de la propuesta de “Proyecto Sandía” de establecer el 20 de diciembre –aniversario luctuoso de Carl Sagan- como “El día mundial del escepticismo y contra el avance de las pseudociencias”

Desde luego el inventario de mis influencias es más que largo, algunas de ellas menos sublimes y más silvestres pero de lo que no tengo duda es que no importa cuánto tiempo pase, ni a cuantos adhiera o borre de la lista, los aludidos se mantendrán inalterables.

 
¿Y tú a quien llevas grabado? 

diciembre 12, 2010

A ver diles algo



“No creo en Dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros."

Frase que reza –desde luego en la acepción de “decir o figurar un escrito”- en el margen de este blog, cita por demás conocida del siempre vivo José Saramago. Sin duda una de mis preferidas, en esta incesante recopilación de citas y frases inteligentes, oportunas y sarcásticas que gusto de siempre acumular.

Decir que los ateos somos las personas más tolerantes, pudiera no tener la fuerza y contundencia que tiene el resto del pensamiento, y además se presta a un enjuiciamiento valido, pero a pesar de todo y haciendo un balance entre los grupos sociales en los que me desenvuelvo, indiscutiblemente los creyentes ocupan la punta de la pirámide de la intransigencia.

¿A qué viene todo esto?, pues resulta que por ahí de mediados del siglo XVI cuentan las malas lenguas que tuvieron lugar unas apariciones -¿alucinaciones?- en el cerro del Tepeyac, cuentan que la mismísima virgen de Guadalupe se le presentó a un indígena llamado Juan Diego. Se dice también que la misma imagen fue divisada por su tío Juan Bernardino en Cuautitlán –peripecia que por alguna razón fue menos publicitada-.

 Todo mexicano que se precie de serlo conocemos de sobra la historia, sin embargo por si acaso hubiera por aquí algún despistado lector, allende de las fronteras mexicas que no esté al tanto, relataré brevísimamente el episodio:

Una mañana cuando el indio Juan Diego caminaba por el cerro del Tepeyac escuchó un canto extraordinario. Deleitado se detuvo y cuando miró pá arribita vio un sol resplandeciente, y en el mero centro una señora en actitud de oración, fue a contemplarla y ella le dijo que era la madre de dios y que su deseo era que le construyeran un templo en ese lugar  y le encomendó que lo notificara al señor obispo.

Obviamente este no le creyó y Juan Diego regresó afligido, la Bienaventuradísima Virgen se le volvió aparecer  para decirle que continuara insistiendo. Así lo hizo, pero el obispo le pidió una prueba de la aparición –ya saben lo escépticos que son los curitas-. Unos días después (el 12 de diciembre) Juan Diego le explico a la virgen de la prueba que le exigían y ella le ordenó que subiera al cerro a recoger unas flores.

Subió Juan Diego y halló bellas rosas a pesar que no era temporada y de un tipo que jamás se habían dado allí. Las cargo en su ayate (poncho, sarape, jorongo) y la Virgen le indicó que las llevara con el  obispo, pero que no desdoblara su ayate ni lo mostrara ante nadie más. Después de lograr entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga –que era el obispo- que ahí le llevaba la prueba que le había requerido. En ese momento soltó su ayate y apareció en él pintada como por los querubes, la imagen de la Virgen de Guadalupe –aquí es donde suenan las notas vigorosas de Carmina Burana-.

Como bien sabemos estas historias se repiten abundantemente por territorio católico con las variantes propias del lugar. Es por demás aclarar que las apariciones son un elemento más, que acostumbra utilizar la clase religiosa para intimidar, sojuzgar y enajenar a los feligreses.

 Curiosamente en ese lugar –cerro del Tepeyac- los antiguos mexicas, tenían un templo dedicado a  la madre de los dioses, a la que llamaban Tonantzin y que quiere decir Nuestra Madre –casualidades de la vida-. En ese lugar se hacían numerosos sacrificios para honorarla, venía tropa de toda la región para ofrendarla. Tal como lo describe Bernardino de Sahagún en su Historia General de las Cosas de Nueva España:

“En ese lugar (que nombran Tepeyácac) tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, que llamaban Tonantzin.Y venían a ellos de más de veinte leguas de todas las comarcas de México. Era grande el concurso de gente en esos días y todos decían vamos a la fiesta de Tonantzin. Y ahora está allí edificada la iglesia de nuestra señora de Guadalupe”.

Esta destreza de traslapar lugares o fechas de adoración de los antiguos pobladores, fue práctica más que común, de estos rufianes ensotanados para facilitar el adoctrinamiento y la sumisión, valga recordar la perversa jugarreta del 25 de diciembre, sobreponiendo al solsticio de invierno el nacimiento del hijo de un dios.

Ahora mi pregunta es ¿Cómo demonios? Llegue a todo esto si había iniciado con el rollo de la tolerancia e intolerancia de los creyentes…
Recapitulemos pues, resulta que tal como lo señalaba Bernardino de Sahagún, en esta fecha le caen y le siguen cayendo millones de peregrinos – ese adjetivo que se imaginan,  no es la raíz propia de la palabra, pero la neta ¡qué bien les queda!- al cerrito del Tepeyac para seguir adorando a la Tonantzin camuflajeada. Los que viven por acá no tengo que decirles, el caos que provocan ocho millones de personas convergiendo al mismo sitio, es una pesadilla que no se la deseo ni a mi peor ateo enemigo.

 He acumulado experiencias de todo tipo con estos andarines fervorosos, ya que mi infancia y adolescencia la viví en un barrio que era paso obligado de estos inquebrantables sujetos, por lo que aprendí a practicar mi tolerancia con ellos, incluso debo confesar que de chaval me escabullía ocasionalmente en sus filas para hacerme de un tamal con atole, que a menudo repartían gratuitamente los vecinos-todo era cosa de caminar cansado y mirar al cielo con abnegación- a su paso convertían las tranquilas calles en laberintos intransitables, que obligaban a la búsqueda de nuevas rutas de circulación, año con año me tocaba aguantar los canticos desafinados y empalagosos, de ahí fue que me aficione a las orejeras y a los walkman –antecesor de los ipods- gradual e inexorablemente me fui introduciendo en la noble virtud de la tolerancia. Si bien tenía que aguantar que mi tranquilo y modesto barrio se viera desbordado, no solo por los miles de visitantes, teníamos además que soportar los kilogramos de basura que dejaban a su paso.

En cierta ocasión varios amigos trepados en un auto intentamos ir a comer unos tacos dos colonias más adelante, Pero tuvimos el infortunio de que se nos atravesara una línea inacabable de peregrinos ordenados de dos por dos. Nos detuvimos; después de quince o veinte minutos la fila no concluía, y nuestra desesperación crecía directamente proporcional al gruñido de nuestras tripas, por lo que probamos acelerar suavemente, para ver si detenían su paso por lo menos dos segundos –tiempo suficiente para pasar- pero con todo y que venían cantando esa que dice:

La Guadalupana, La Guadalupana
bajó al Tepeyac.

Su llegada llenó de alegría, de
paz y armonía,  de paz y armonía
y de libertad
 

Al primer movimiento del auto, nos miraron como diciendo “muévanle tantito, y se los carga el payaso”, diez minutos más y otro pequeño intento, mismo que fue seguido de varios manotazos al cofre por parte de los virtuosos peregrinos. A esas alturas ya no se podía ni pá adelante ni pá atrás, optamos por hacer una maniobra volver a estacionar el coche, y solidarizarnos con la marcha aunque la nuestra no fue hacia la basílica, sino rumbo al anhelado changarro de tacos. 
Así que prácticamente una hora y media después y ante una orden de cabeza con su respectivo y sabroso tepache, escuchábamos por la tele a Lucerito impecablemente vestida de charra con botonadura de plata, cantarle las mañanitas a la morenita…








El pueblo mexicano, después de más de dos siglos de experimentos y fracasos, no cree ya sino en la Virgen de Guadalupe y en la Lotería Nacional.
 
Octavio Paz

diciembre 08, 2010

A treinta años...



Un día como hoy frente al Dakota