Está claro que los banqueros no son personas de confianza, la prueba es la facilidad con que muerden la mano de quien les da de comer.
José Saramago –en artículo sobre los rescates bancarios-
“Octubre es uno de los meses particularmente peligrosos para invertir en la Bolsa. Los otros meses peligrosos son julio, enero, septiembre, abril, noviembre, mayo, marzo, junio, diciembre, agosto y febrero”.
Mark Twain
La noche de anoche, Estrellita Marinera y un servidor, acordamos hacer uso de la diversidad cultural que ofrece la Ciudad de México Tenochtitlán y enfilamos nuestros pasos a uno de los varios recintos que albergan la Sexta Muestra de Artes Escénicas de la Ciudad de México, en esta ocasión tuvimos la oportunidad de disfrutar una buena puesta en escena, a cargo de la Cía. Banquete Escénico, “Carnes Tolendas” -“Una travesti se confiesa, atrapada en el universo de las pasiones lorquianas que dan cuenta de su propia vida. El testimonio de un cuerpo donde habita lo masculino y lo femenino”-. Puesta inquietante y recomendable.
Si bien esa fue la razón por la que deambuláramos la tarde-noche de ayer por el siempre seductor centro histórico chilango, esto permitió que presenciáramos otro suceso que no estaba en nuestro itinerario; me refiero al… al… La neta no sé como referirme… al recién programa “patrocinado” por el Gobierno Federal, que nació bajo el simpático apelativo “El buen fin”; que es algo así como el Black Friday gringo.
Pues resulta que ahí estaban las históricas calles, con sus grandes almacenes en pleno desaforado comercio, incluso los pequeños comerciante y hartos de los catalogados como informales, anunciaban sus productos, invitando a la vendimia a los nada rejegos compradores, quienes tarjeta en mano disfrutaban de la efímera felicidad que produce el consumismo.
Tal programita, como ya es costumbre en esta administración fue sacado al vapor, para ello adelantaron parte del aguinaldo a los trabajadores del gobierno, con el fin de que participaran en esta singular “fiesta” que –según dicen- incrementará el mercado interno y nos cubrirá de beneficio a todos los mexicanos.
Y como una cosa lleva a la otra; Estrellita me recordó que tenía su cheque, que como buena funcionaria federal que es, ya poseía en su cartera desde esa mañana. Debo aclarar que esto último no es ningún sarcasmo, ya que poquísimo trabajadores federales me deben tanto respeto por su compromiso como la aludida.
Pero bueno como les decía el recordatorio llevaba la clara consigna de, que por compromisos escolares ella no tendría posibilidades de cobrar su prestación, que si bien el importe no le hace ninguna justicia, tampoco era como pá dejarlo para otra ocasión.
Así fue como fui comisionado para al día siguiente, para apersonarme en la Institución Bancaria y hacer efectivo el compromiso que el “ciudadano Presidente de la Republica” adquirió con sus trabajadores. Y con vistas a que una empleada federal más, pusiera su granito de arena en aras de salvar a este país, aumentando su deteriorado mercado interno –obviamente esto último si vine enmarcado en ostensible sarcasmo-.
Mi relación con las instituciones bancarias es del tipo que los novelistas acostumbran designar como; “relaciones destructivas”.
Que iniciaron si bien, no precisamente en apasionante amor a primera vista, si en términos –llamémosle- civilizados.
Mi primer contacto con estos maleantes fue cuando recién cumplí los 18 años, y entre a laborar en una sucursal bancaria; el objetivo era ahorrar durante un año, para poder iniciar una aventura educativa en las preciosas costas del mar Bermejo, y concluir estudios en una licenciatura en Ciencias de Mar, aventura que naufragó tiempo después, obligándome a regresar a mi Alma Mater, y andarle por otros caminos pero eso, como diría Sherezada, eso es otra historia.
Fue así como de un día para otro deje de usar mi contestataria indumentaria, para “disfrazarme” de lunes a viernes con eso que llaman “ropa formal” –léase riguroso saco y corbata-. En esos tiempos me daba ánimos diciéndome, “tranquilo encontradito, seguro que hasta el mismísimo Capitán Cousteau, tuvo que hacer uno que otro sacrificio similar”.
Así transcurrieron alrededor de 16 meses, en los que debo reconocer, no la pase del todo mal, a pesar que llegue a extremos tales como tener mi propia cuenta de cheques –glup-.
Los problemas reales iniciarían años después cuando me convertí en el “feliz” poseedor de mi primera tarjeta de crédito, fue ahí cuando la relación que había trascurrido en sano distanciamiento y mutua indiferencia comenzó a teñirse de desprecio, desacuerdos que a la postre serian irreconciliables.
Si bien, mi aversión a los bancos es añeja, la historia de estos es milenaria. Se dice que incluso existieron antes que el dinero, que operaban ya en la antigua Mesopotamia, aunque su actividad en esos tiempos dista mucho del engendro en que se convirtieron. En esas antiguas épocas su principal diligencia era ofrecer lugares seguros para guardar granos y otras mercancías.
Años después resurgirían en la época medieval, y posteriormente debido a la necesidad de trasferir dinero con propósitos comerciales, y a la caída del feudalismo, una nueva clase social se irá asentando en el poder, me refiero desde luego a la burguesía. Que comenzó a otorgar préstamos con interés, acción que hasta entonces era condenada, despreciada y castigada.
Es así como el capitalismo hace su aparición, estimulando el acaparamiento de riquezas y justificando el cobro de intereses. Bien lo describiría Voltaire años más tarde “El interés es el perfume del capital”
Es justo aquí cuando la mona llamada usura, se viste con ropajes de seda y se hace llamar interés, el dinero deja de ser una ostentación y se empieza a ver como símbolo de desarrollo.
Por ese entonces los mercaderes y prestamistas se sentaban en bancas en las plazas públicas, para realizar sus “transacciones” y cuando por causas reales o aparentes perdían todo, las autoridades les rompían las bancas, de ahí toman su nombre los conceptos de; banca y banca rota.
Las ciudades italianas son las precursoras de la banca moderna. En Venecia surgió el primer banco privado por ahí del año 1171.
Ya para estas fechas la polémica no giraba en torno de si la usura debiera o no permitirse, sino cual debiera ser una tasa "razonable".
Es entonces que inicia un nuevo fenómeno mercantil.
Debido a que los comerciantes empiezan a hacer negocios con personas cada vez mas retiradas geográficamente, y ante la imposibilidad de trasferir dinero físicamente surge la “letra de cambio” que aplicaba de la siguiente manera:
Para simplificar la operación de compra venta de un producto, se elaboraba un documento que el comprador daba al vendedor, para que este hiciera el cobro en su nación de origen, estas “letras de cambio” llevaban fecha aplazada, con el fin de dar tiempo a que se vendieran los productos y se trasfiriera el capital.
Pero los comerciantes ávidos de cobrar su dinero, vendían estas “letras” a un precio menor a otro comerciante, quien a su vez esperaba el vencimiento para cobrarlas, y así conseguía una ganancia sin prácticamente mover un dedo. Este negocio llego a retorcerse tanto, que pronto apareció una clase de negociantes que preferían comerciar letras de cambio que mercancías reales. Es decir la usura en su más alto nivel. Estos sujetos con el paso de los años vendrían a convertirse en los actuales banqueros.
Mis abismales diferencias con estos malandrines de cuello blanco, me ha llevado a varias sacudidas económicas, ya que mi inexistente congruencia financiera y su insaciable apetito usurero, son una desleal y explosiva combinación para mis recursos, lo que me ha colocado como miembro “distinguido” de ese lugar tan parecido al Mictlan mexica, llamado Buró de Crédito. Es decir según sus valoraciones agiotistas; este quien escribe, es persona non grata en su indecente club Master Card.
Nuestros reiterados conflictos en más de una ocasión han tenido que ventilarse con abogados de por medio, de donde obviamente el contrincante mas raspado siempre ha sido su servidor, salvo en una ocasión, que si bien apenas fue un modesto logro en estas batallas, la resolución me supo a gloria.
Actualmente estoy en medio de un nuevo trance, por un cargo en mi cuenta que considero indebido, así que acudí a la CONDUSEF (Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros).
Debo reconocer que al principio con mínimas esperanzas de ser auxiliado, pero en la primera entrevista con el funcionario asignado, mis flacas esperanzas se trasformaron en nulas, ya que de entrada el empleado me comentó, que ellos solo tenían oficio conciliatorio en la confrontación, ya que no tenían poder sancionador, tal declaración me la receto sin ruborizarse siquiera, pero sin perder su enorme sonrisa extraída del catálogo federal de sonrisas.
Le he dedicado varias bilis a este proceso que no acaba de concluir. Pero a pesar que el monto es relativamente poco, yo le voy a seguir hasta agotar todas las instancias.
Pero regresando a la encomienda inicial, resulta que precisamente se trataba de la misma Institución bancaria a la que fui asignado para realizar el cobro del aguinaldo adelantado.
Por lo que después del respectivo y aromático cafecito mañanero, me dirigí a la sucursal bancaria, que como buen sábado estaba a reventar.
Ungido de paciencia Jobiana, espere por más de una hora en aquel infierno claustrofóbico, cuando por fin llegue a la ventanilla, estire el chequecin debidamente endosado, junto a mi identificación –que aquí entre nos, la foto no me hace nada de justicia- casi de inmediato la voz del otro lado, me indico en un tono mucho más cercano a la burla que a la disculpa:
El cheque viene marcado con la leyenda “no negociable” por lo que no puede endosarse el pago.
Me lamenté –en las dos acepciones- por no haber revisado ese detalle. Pero como no acostumbro descartarme en el primer intento, me encamine con el gerente de la sucursal, quién me recibió después de una fila similar a la anterior.
Tras exponerle el problema y argumentando que yo era cuentahabiente del Banco, y que algún beneficio debía tener eso, le solicité me apoyara autorizando el cheque para poderlo cobrar.
Le mostré el documento y mi tarjeta – demostrándole así, lo que le acababa de mencionar- la miró, tecleó discretamente, supongo que mi nombre o mi número de cuenta, y pude advertir que sus dudas iniciales desaparecieron, y sonrió con mueca similar a la del cajero, devolviéndome el cheque y mi tarjeta, “disculpándose” de no poder “ayudarme”.
Mis diferencias con estos sujetos, han tenido intercambios verbales mucho más anecdóticos que estos, varios de ellos francamente divertidos y sustanciosos. Pero esta vez la derrota me llevo a incumplir la misión a la que fui comisionado. Por lo que “El buen fin” tendrá que esperar una mejor ocasión para hacerse de las prestaciones de Estrellita Marinera.
Y en lo que respecta a mis diferencias con los usureros, baste citar al poeta de la canción mexicana:
“Arrieros somos y en el camino andamos”.
¿Sabías que no deberían pedirte la credencial ni identificación para cobrarlo? Si está endosado o es al portador se debe pagar al que lo presente, haré como mi profesor de obligaciones, llegaré a cobrar un cheque con el código de comercio en la mano sin mostrar credencial... Sólo para molestarlos, al final les muestro la credencial y que me paguen
ResponderEliminarSaludos!!
P.D. No sé si a pesar de ser "no negociable" el endoso surtía efectos, podría ser que sí, pero sería una joda pelearse con el banco por eso.
Esos burócratas, con sus corbatas, y sus cuellitos blancos... Y luego hay cabrones que dicen que movimientos como Occupy Wall Street no estan justificados...
ResponderEliminarSaludos.
Pancho: No es mala idea acudir con el código de comercio, efectivamente nomas pá molestar.
ResponderEliminarPor cierto que la opción viable para hacer el cobro, hubiera sido depositarlo en la cuenta de la destinataria original, -ella tiene tarjeta de debito en la misma Institución- el depósito hubiese sido en firme, pero ni se me ocurrió, ni los “acomedidos empleados” me lo sugirieron.
Gracias y saludos.
Sir Templo: Los Occupy Wall Street, son el claro ejemplo que una cosa son los gobiernos y otra los ciudadanos. Gracias por tu comentario y por aquí nos vemos.