septiembre 11, 2011

Recobrando el vuelo en el pálido punto azul





Solo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción.
Isaac Asimov




El 14 de febrero de 1990 la nave espacial Voyager 1 tomo una bellísima fotografía de este nuestro atormentado planeta, foto que se conoce mundialmente como “Un punto azul pálido” imagen que inspiró al entrañable Carl Sagan a escribir lo siguiente:

“Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos"

Y como buen ciudadano del mundo –como pretendo ser- estoy de acuerdo con Carl; No me queda duda que este “Pálido punto azul” es un portentoso recipiente de majestuosa belleza evidente en todos los puntos del planeta.

 Sin embargo no puedo evitar sentirme atrapado por un intenso amorío con mi patria chica, es decir esta zona geográfica donde circunstancialmente me toco nacer; soy mexicano y no solo porque mi pasaporte lo indica, mi mexicanidad la grita también el tono de mi piel, el color de mi pelo y de mis ojos, pero sobre todo ese extraño y acelerado palpitar de mi corazón, cuando recorro este vasto paisaje nacional tan intensamente biodiverso.

México, cuenta con ecosistemas que van desde las nevadas cumbres de las montañas, hasta tropicales selvas, lagunas costeras, ríos, manglares, bosques de coníferas y desiertos, que hospedan  gran cantidad de especies -por ahí de las 64, 878-.

Según la Declaración de Cancún de Países Megadiversos, acontecida en febrero de 2002.

Alrededor de doce países en el mundo albergan el 70% de la biodiversidad del planeta, y desde luego México es uno de ellos. 

La atracción que ejerce esta intensidad biológica es sumamente seductora y si además se le adereza con sucesos inesperados de alto contenido social e histórico, la visita se convierte en compromiso impostergable.

 Eso fue lo que me sucedió en 1994, cuando el deseo de conocer el sureño estado de Chiapas, se condimento con el levantamiento zapatista. Fue una verdadera lástima que actividades pueriles y la falta de dinero me anclaran en mi chilango terruño por varios meses. Pero una vez liberado de las obscenas amarras me lance a recorrer los 840 Km. que me separan de la capital Chiapaneca. 

Fue una experiencia intensa en todos los sentidos, quien haya tenido el privilegio de ser viajero por esas tierras lo entenderá bien. Chiapas es un estado que se cuece aparte, lleno de sitios interesantísimos y descomunalmente bellos; espectaculares zonas arqueológicas, cascadas, cañones, lagos, todo ello rodeado de una selva que te intimida a cada paso.




La intimidante selva Lacandona




 Además de deleitarme con sus paisajes conocí un poco más de cerca el levantamiento zapatista, movimiento que indiscutiblemente era la noticia en buena parte del planeta, resultaba interesante como un grupo de indígenas rebeldes le había declarado la guerra al estado mexicano, palpable  prueba de ello eran los constantes retenes militares, mismos que solo había visto en películas; trincheras sobre la carretera, tanques, tanquetas, helicópteros.
 Los “guachos” te bajaban de los vehículos y te revisaban con minuciosidad apabullante. Actos que contrastaban con los retenes zapatistas con los que me tope, indígenas con pasamontañas muy jóvenes incluso niños, detenían los autos usando para ello un delgado y añadido mecate, después de preguntarte qué rumbo llevabas, bajaban el precario obstáculo  y te daban la bienvenida a territorio zapatista, haciendo inevitable que surgiera simpatía por ellos. 





Territorio zapatista

Son bien hartos los lugares que me cautivaron, pero antes de sucumbir a relatar mis experiencias viajeras, puesto que no es la intención de esta entrada –aunque así lo pareciera- me concentraré en un sitio que me parece es visita obligada a quien pase por la capital chiapaneca.

En un lugar llamado “Cerro hueco” ubicado en la periferia de Tuxtla Gutiérrez,  en una extensión de 192 hectáreas se ubica un zoológico, muy representativo de la riqueza natural del estado, cuenta con andadores y puentes que hacen del recorrido un placentero transitar.

Independientemente que no comparto la necedad humana de coleccionar animales silvestres para regocijo de sus sociedades, debo admitir que el ZooMAT me causo una buena impresión.




Entrando al ZooMAT




El ZooMAT debe su nombre a Miguel Álvarez del Toro, un sui géneris  biólogo de formación autodidacta, que nació en la ciudad de Colima en 1917 y que siendo muy joven se traslado con su familia a la Cd. de México obligados por la inestable situación económica.

Lector ansioso, se topo con un manual de Taxidermia y algunos otros de historia natural, mismos que leyó fomentando así su pasión por la naturaleza. Desempleado y sin actividad fija, visitaba constantemente el Instituto de Biología de la UNAM, se dice que era frecuente hallárselo discutiendo apasionadamente sobre procesos taxonómicos o temas científicos con algún investigador del Instituto.

En una ocasión que estaba en el museo del Chopo, se encontró al entonces gobernador de Chiapas, quien llevaba algunas especies para disecar mientras intentaba convencer a algunos empleados, para que se hicieran cargo de un Museo de Historia Natural que pretendía establecer en su estado. Fue así como el joven Miguel Álvarez logro contratarse como técnico taxidermista, viajando a Chiapas en el año de 1942.

 A su llegada se puso a las órdenes del Profesor Eliseo Palacios, percatándose de inmediato que el museo era simplemente una quimera del gobernador, ya que no existía ni siquiera el predio que lo albergaría. Con enormes trabajos que partieron desde la misma recolección de varias especies, como chachalacas, venados, pumas y jaguares, al poco tiempo nació el museo; “Viveros Tropicales y Museo de Historia Natural”. Pero dos años más tarde moriría el Profesor Eliseo y el gobernador nombraría a del Toro director –obviamente con el mismo sueldo de técnico- a partir de ese momento la lucha por mantener el lugar sería verdaderamente estoica, con bajo presupuesto, prácticamente sin apoyo gubernamental.

 Fue director del Instituto de Historia Natural del estado durante 52 años, en los cuales se distinguió por su actividad científica como zoólogo autodidacta, recibiendo  alrededor de 30 premios nacionales e internacionales, autor de siete libros y coautor de otros. Miguel Álvarez del Toro no realizo estudios universitarios, le basto su formidable capacidad de observación y memoria privilegiada pero sobre todo una mente abierta, para construir una substancial obra, orgullo del estado y del país.

Por todo esto el ZooMAT lleva el nombre que lleva. Cuando lo visité en aquellos años, recuerdo que lo que más me impresiono -la verdad es que la impresión es una práctica cotidiana en esa región- fue que tenían un ejemplar de una águila arpía - harpya.-
También conocida como "taguató-ruvichá", "urutaú guazú" o "gavilán real".






 

Llega a medir un metro de altura, y con las alas extendidas hablaríamos de una envergadura mayor a los dos metros, sus garras poderosas y afiladas de siete centímetros –más grandes que las del oso grizzly-  son una eficaz herramienta de caza, se alimenta principalmente de presas vivas, coatíes, perezosos, reptiles comadrejas y monos, consiguen levantar tres veces su peso. Su plumaje es de color blanco y negro, tiene una cresta negra que termina en dos puntas y un pecho adornado con una banda de color negro, es el ave rapaz más grande de América y la segunda en el mundo.

Una muy bella, letal e impactante especie sin lugar a dudas, recuerdo que me instale frente a ella observándola por mucho tiempo, su mirada realmente hechizaba.

Hará un par de años que regrese a Chiapas, me encontré un estado con nuevas carreteras, muchos más turistas, similares retenes militares y con prácticamente la misma pobreza de hace siglos. En pocos lugares de México se respira el indigenismo como en San Cristóbal de las Casas, una de las más bellas ciudades de este país. Y obviamente visite  el ZooMAT, con tristeza note que había perdido parte del espíritu ecologista que yo recordaba, camine directamente a la zona de aves deseando encontrarme nuevamente con esa mirada que tanto me había impresionado y no había ya mas águila arpía, pregunte y me dijeron que había muerto hacía ya varios años, pero que si la quería ver la tenían disecada a la entrada del zoológico, después de mentarle la madre en mutis al informante continúe mi recorrido por las instalaciones con desinflado entusiasmo.

Desde hace mucho tiempo esta especie esta dentro de las denominadas en peligro de extinción según la Conanp, dependiente de la Secretaria de Medio Ambiente Recursos Naturales (SEMARNAT) el águila arpía ya no vuela por los bosques y selvas de Chiapas, el último avistamiento fue en 1997. Que si bien la información es parte de las responsabilidades de dicha Secretaria, la prioridad debería ser evitar las destrucciones de los hábitats, ya que la depredación de los recursos naturales es la causa principal de la extinción de las especies, muchas de ellas tan majestuosas como la arpía.





Ruth Muñiz, conservacionista española con un polluelo de águila arpía en el Ecuador



 Pocos años después de su muerte se realizaron diferentes negociaciones para traer una pareja nuevamente al ZooMAT, acciones bizarras que solo prolonga la agonía. 


Por eso es que la noticia de hace algunos días, me llenó de júbilo,  resulta que el indígena Silvano López Gómez miembro de la comunidad Frontera Corozal del municipio de Ocosingo, que ofrecen los servicios de turismo Bioarquelógico y promueven acciones de conservación y protección de la Selva Lacandona, diviso en la copa de un árbol en un paraje selvático a 200 metros del rio Usumacinta, un ejemplar adulto con su característico penacho de plumas en la cabeza y su porte majestuoso, aparentemente de entre dos y tres años de edad y de aproximadamente 90 cm. Silvano le tomo por lo menos tres fotografías. Sin duda este avistamiento no solo es una excelente noticia para la comunidad científica, lo es también para todo aquel que cumpla con la mínima certificación de conciencia.




Una de las fotos de Silvano




 Tras la noticia, el comisionado de Aéreas Naturales Protegidas, Luis Fueyo, exhorto al personal de la reserva natural a “redoblar esfuerzos” para conservar la selva alta de la región. Afirmación que traduzco como el clásico “Échenle ganas”. 

Uno esperaría declaraciones más sesudas, para un evento de estas proporciones, pero estos funcionarios la mera verdad no dan pá mas.

Una buena noticia para todos los que habitamos y cohabitamos este Pálido Punto Azul .



Votar esta anotación en Bitácoras.com

3 comentarios:

  1. Si algo admiro de tu blog es que un día nos hablas sobre literatura y al día siguiente sobre biología.

    No tenía ni idea de la existencia de ese zoológico ni de la existencia de la persona por la que lleva su nombre, te agradezco la entrada.

    ResponderEliminar
  2. Buena entrada. Ahora entre mi lista de cosas por hacer antes de que me maten esta la de visitar Chiapas y el ZooMAT.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Gracias por compartir esta interesante entrada, ¡con final feliz!

    Saludos

    ResponderEliminar

Boogie sabía que podía contar contigo; ¡adelante!