La ignorancia produce confianza más frecuentemente que el conocimiento: son aquéllos que saben poco, no los que saben mucho, los que con tanta seguridad afirman que tal o cual problema no será resuelto nunca por la ciencia.
Charles Darwin
Recién la semana pasada acomodé algunos horarios, reprogramé algunas obligaciones administrativas y deslicé una o dos mentirillas piadosas, para tener libre el lunes 5 de septiembre y lanzarme con lo mejor de mis enchufes neuronales a la jornada inaugural de la “Semana de la ciencia y la innovación 2012” con sede en el maravillosísimo Palacio de Minería, obra maestra del neoclasicismo, obra del insigne artista valenciano Manuel Tolsá, mismo que también nos obsequiara la escultura ecuestre del nada glorioso Carlos IV misma que se encuentra precisamente enfrente, y que todo chilango que se respete la conoce con el cariñoso mote de “el caballito”.
Así que a eso de las diez y cuarto de la mañana, me encontraba plácidamente postrado en el patio principal del edificio justo para oír los discursos oficiales que si bien fueron desangelados, tan de buen humor estábamos los presentes que les dimos su buena aplaudida.
Alrededor de las once y media presentaron al primer conferencista magistral: Albert Fert, premio nobel de Física 2007; este fue el primer plato fuerte de la semana y una de las razones principales de mi presencia, ya que pesar de mi incipiente conocimiento de los temas, me atraía enormemente estar frente a un premio nobel y que mejor que este fuera de Física. Debo reconocer que la exposición intitulada: “Electrónica de espín; electrones, espines, computadoras, teléfonos y tecnologías de futuro”. Me causo una sensación de desamparo intelectual, aun así no me rajé y le puse rete harta concentración y al final logre concluir la experiencia con la dignidad más o menos preservada.
Fue así como al salir del Palacio de Minería decidí andar sin rumbo fijo por estas calles que nunca dejan de sorprenderme, si bien esta vez el tremendo calor y la azarosa pero kilométrica ruta terminaron por agobiarme. Y como siempre ocurre en estos casos mi rodilla empezó a quejarse amargamente, a pesar de que tengo algún tiempo ayudándola -muy al estilo House- con un bastón a manera de placebo, en lo que confirman la fecha de la cirugía, misma que –espero- ponga fin a sus dolidos pasos.
Por lo mismo dispuse regresar al Zócalo capitalino y de ahí tomar el transporte público correspondiente.
Aun caminaba embebido y desconcertado por la experiencia conferencistica vivida, por lo que tardé en percatarme, que todas las calles aledañas a Palacio Nacional estaban más que resguardadas por cientos de policías federales, todos ellos vestían el característico uniforme oscuro y grandes chalecos blindados, de pronto recordé que Felipe Calderón –el tipo ese que se hace llamar presidente de México- precisamente ese día presentaba su patético evento, ese que pomposamente insisten en llamar: “Sexto informe de gobierno”.
Si bien los policarpios ya estaban tomando su “lonche” y se miraban bastante relajados -el eventito ya había concluido- sin embargo las calles seguían cerradas, ocasionando la furia desbordada de los automovilistas y el desconcierto de los peatones, que intentábamos por todos los medios entender la lógica de la nueva redistribución de rutas de transporte, con la poco sana intención de caminar lo menos posible.
Fue ahí cuando me tope con ellos, al principio pude esquivar el primer volante que me extendían –tengo por costumbre no recibir publicidad que entregan en la calle, ya bastante basura tenemos sin ella- pero mientras más caminaba mas se hacían patentes las hordas de camisetas azules entregando a diestra pero sobre todo a siniestra toneladas de “papelitos”.
Mi rodilla me propuso detenerme un momento, justo en la plaza de Francisco Primo Verdad –frente al Museo de la Ciudad de México- fue ahí donde uno de los miembros que después supe pertenecía a ese relativamente nuevo engendro llamado “Judíos Mesiánicos” me detuvo y me soltó a quemarropa –sin ruborizarse- que dios podía curar mi pierna, sonreí y le dije que gracias pero que confiaba más en la medicina y traté de continuar mi recorrido, pero iluso de mi, el pastorcito ya había hecho contacto y no iba a dejar ir a su oveja descarriada amen de herida, lo que imagino lo consideraba una ventaja más a su favor.
Me sonrió una vez más y me repitió: en verdad dios puede aliviarte, en ese momento decidí aceptar el reto y le cuestioné ¿a cuál de todos los dioses te refieres?
- Al único al verdadero
- Mira no quiero hacer perder tu tiempo, soy ateo y no creo en ninguna religión
- Yo tampoco, yo también odio las religiones, ¿me podrías permitir hacerte una oración, para que dios cure tu pierna?
- Y dale con la pierna, la pierna está bien solo está en espera de cirugía pá darle su afinadita
- Pero dios te la va a curar; es omnipotente
- Mira si tu dios es todopoderoso… (y que le sorrajo la paradoja de la omnipotencia o paradoja de la piedra) si bien no fue fácil lograr que la entendiera, inmediatamente volvió a arremeter pasado el desconcierto inicial
- Solo deseo que conozcas la bondad de dios
- No quiero desencantarte pero la neta es que dios no existe, tú crees que dios me va a curar, pero partes de una primicia equivocada, yo no puedo permitirte que hagas la oración, porque me sentiría ridículo, porque dios no-e-x-i-s-t-e. Ese dios del que hablas que supongo, por la estrella de David que llevas al cuello, se trata del dios Judeocristiano, pues ese y todos los otros no existen, siento decirte que te han engañado.
- Jesús es el hijo de dios y sí existe él te puede curar (me volvió a insistir)
- Bueno te lo voy a poner en estos términos, ¿tú me permitirías hacerte una limpia para sanar tu cuerpo en honor a Huichilopoztli?
- Si (sonrió) ¡viene!
- (Me sobrepuse rápidamente a su malévolo contraataque) de acuerdo, solo que al final tienes que elevar los ojos al cielo y decir: “te pertenezco Huichilopoztli”
- ¡Ah no! eso no, además yo no te estoy pidiendo que digas nada, yo soy el que va a orar.
En esas estábamos cuando se acerco una señora y a la voz de: ¿ya lo estas convenciendo? empezó a hablar y hablar que el catolicismo es la única y verdadera religión, que ellos no tenían ninguna autoridad para debilitar la fe, que los mexicanos siempre seremos católicos y guadalupanos…
En ese momento decidí retirarme, coloque mi mano sobre el hombro del camiseta azul a manera de despedida, pero el muy mentecato aprovechó este pequeño contacto -descuido imperdonable de mi parte- para mandarme un pase mágico en dirección a mi rodilla izquierda, a la vez que sonreía socarrona y triunfalmente.
Un par de calles más adelante, decidí revisar la propaganda que andaban distribuyendo los camisetas azules y me encontré con que andaban promocionando un evento “entrada libre” nada menos que en el escenario más distintivo de la ciudad; El Auditorio Nacional. En el panfletito se leía “Ven a recibir el inspirador mensaje de amor y esperanza del Rabino Jonathan Bernis… del 6 al 8 de septiembre”.
Los orígenes de esta secta no tiene mayor interés, baste comentar que “Los judíos mesiánicos” se presentan como judíos que reconocen a Yehoshúa –alias Jesús- como su Mesías, este movimiento aparentemente debe su origen a las creencias Anglo-Israelitas que tuvieron su apogeo en el siglo XVIII, así que técnicamente estos soldaditos de dios son una disidencia más del protestantismo anglosajón, con claras similitudes con los mormones, los testigos de Jehová y los adventistas. Si bien con la marcada diferencia de que estos se hacen llamar judíos, incluso observan sus mismas festividades: el Shabat, el Rosh Hashaná, el Yom Kipur, Shavuot, etc.
Desde luego que la comunidad judía se desmarca de estos singulares creyentes, se quejan y despotrican contra ellos, los acusan -entre otras cosas- de que sus Rabinos son piratas, ya que ninguno de ellos es egresado de una verdadera Yeshivá –centro de estudio de la Torá- y otras chifladuras más.
Digamos que queriendo ser judíos cristianos, han terminado por ser cristianos con kiphá.
Ya pasaron tres días del incidente, incluso logre asistir a una conferencia mas. ¿mi rodilla? pues en términos generales igual, quizá un poco contrariada por haber sufrido semejante afrenta intelectual.